La particularidad de esta obra pionera es fundir o unir a dos tipos de danza muy distintas en ese entonces: la danza nacida del ánimo popular, y otra de una sociedad que recupera el clasicismo mediante la mitología.
Como todas las otras formas teatrales y artísticas el ballet nace, va creciendo y desarrollándose, junto con la sociedad, vale decir, a la par con la historia, siendo una espejo de la otra.
Es así como encontramos grandes diferencias entre el ballet de entretenimiento que se ofrecía en los palacios a los reyes, y el de nuestros días, que tiende a ser un ballet más filosófico. Pero el progreso de la danza ha sido lento y no siempre lineal.
Por tanto, para entender la danza en "fondo", y no ser un espectador meramente de la belleza de "forma" del ballet, es necesario interiorizarse en el contexto histórico en el que el músico, coreógrafo, o bailarín se situaba a la fecha del estreno de una obra.
Así, por ejemplo, es imposible admirar al Beethoven de la Novena Sinfonía de 1824 (obra de la cual se creó un ballet también), si no nos situamos en las vivencias de esa sociedad, que se resumen en nombres como: Schiller, Nietzche, oriente, socialismo.
Pero fue en el siglo XVIII en Francia, durante el reinado de Luis XIV, gran bailarín, cuando los cortesanos (ballet de cour o ballet de la corte), y los bailarines se hicieron profesionales. Fue en ese entonces cuando el rey fundó en París, la Academia Nacional de la danza, siendo la primera escuela profesional de baile, y por esta razón, el lenguaje del ballet sigue siendo en francés.